sábado, agosto 30, 2008

Barberia

Disfruto de ser calvo, sin embargo me queda la espinita de ir a la peluqueria.
Era un placer estar alli con el peluquero haciendo su labor y contandote historias. El atrevimiento de dejarte afeitar por una navaja amenazante. El placer de que te quitaran los pelos del cogote con un cepillito, las toallas calientes tras el afeitado y las palmadas en la cara con Floid.
El afeitado hace tiempo que se acabo en España. En Tanger, hasta no hace mucho, mi amigo Abdel Krim ejercia su arte en el Zoco Chico.

1 comentario:

German Alonso dijo...

Desgraciadamente me uno al club de los que ya no pisan las peluquerías. Estas máquinas infernales que cortan el pelo a diferentes longitudes nos han robado ese ritual de ir a que te corten el pelo. Todavía recuerdo como de niño era el único sitio donde podía ojear el interviú sin que me dijeran nada.

Saludos compañero, Germán.